Tres formas de contacto con tus animales
- María Paulina Mejía
- 20 jul 2024
- 4 Min. de lectura
Hola. Bienvenidas (os) a mi blog, yo soy María Paulina. Ve por tu café o tu bebida favorita, y empecemos.
RELATO
Tenía una buena vida junto a sus animales. Era considerada y responsable con ellos. Y parecía entenderlos también. Sabía lo que a cada uno le gustaba y lo que no; y sabía bien cuándo al uno o al otro algo le molestaba. Podía sentir cuándo algo no andaba bien, aun cuando desde fuera todo se viese normal. Reconocía rasgos de personalidad en el uno y en la otra que le hacían inferir que cada uno de sus animales era su propio individuo.
Sin embargo, había algo que a veces percibía venir de alguna parte cuando estaba con el uno y con el otro, a lo que no lograba acceder del todo; algo sutil y la vez poderoso, a lo que no había podido darle nombre. Entonces, continuaba con sus quehaceres y cuidados de siempre, y dejaba ir aquello, para no… sugestionarse. Pero eso regresaba, capturando de nuevo su atención y elevando en ella su curiosidad. ¿Qué es esto que siento?, se preguntaba; pero, por mucho que se esforzaba por entenderlo, siempre acababa escapando de sus manos.
REFLEXIÓN
Cuando de una o de otra forma compartimos la vida con animales, vamos aprendiendo a reconocer cosas en ellos… igual que lo hacemos con las personas. Así que sabemos cuál de esos animales es serio y parco, y cuál es tierno y cariñoso; a cuál le gusta qué cosa, y qué los asusta, les molesta, o los debilita de alguna manera. Estas son cosas que pueden agruparse en dos aspectos de los animales:
Su personalidad es la primera. La segunda, comportamientos circunstanciales. La personalidad de nuestros animales es inmodificable porque es lo que lo hace ser quien es, en su vida física. Los comportamientos circunstanciales, por otra parte, tienen que ver con sus reacciones a los diferentes estímulos a los que se vea sometido.
Para definir la personalidad de tu animal podrías observar su actitud y esos comportamientos que se repiten en él o en ella… que son constantes y predecibles.
Y los comportamientos que se salen de la norma, los circunstanciales; los que son reacciones a estímulos, quizá nuevos, o que en alguna medida han variado, son formas de experienciar cualquiera que sea la nueva circunstancia que se esté presentando. Estos comportamientos no reflejan la personalidad de tu animal. Por eso son circunstanciales. Son temporales, se pueden atender y son modificables.
Un ejemplo de un rasgo de personalidad sería: Pelos es amigable con otros gatos. Y un comportamiento circunstancial sería: Vinieron unos amigos a mi casa y trajeron a su gato. Pelos se le acercó para saludarlo; pero el gato se le fue encima, energúmeno, y lo arañó. Pelos, asustado y confundido, se escondió debajo de la cama y no salió hasta que la visita se fue. Volviendo a la personalidad de Pelos, otros amigos vinieron a visitarnos y trajeron a su gata. Pelos se acercó cauteloso esta vez, pero se acercó, porque es lo que hace. Porque le gustan los gatos y hacerse amigo de ellos. Esta vez, la gata fue amable con Pelos. Así que jugaron y acabaron haciendo la siesta, arruchados.
Otro ejemplo de personalidad sería: Mi perra Pufi es independiente. En contraste, un comportamiento circunstancial sería: Salí de viaje varios días y, cuando volví, Pufi se echó a mi lado por horas. Al día siguiente, Pufi volvió a ser la misma de antes: se echa donde quiere, se deja consentir solo un ratico y luego se separa de mí; cuando salgo de la casa se queda tranquila, siempre me dicen, y busca estar cerca de mí solo por momentos.
Dicho esto, para saber cuál es la personalidad de los animales con los que convivimos, basta con observarlos. Para reconocer comportamientos circunstanciales… también. En este caso, basta con poder asociar una circunstancia específica con un comportamiento específico para que puedas decir: ah, mi animal se está comportando así, porque tal cosa sucedió.
Hay momentos, sin embargo, en los que no logramos entender de dónde surgen ciertas actitudes. Y podemos fácilmente saltar a conclusiones que no necesariamente se ajustan a la verdadera causa. Puede ocurrir que nuestras conclusiones surjan del repertorio de causa-efecto que hemos ido creando a través de los años, y que solo se actualiza cuando una nueva situación de causa-efecto aparece, entonces solo en este momento la podemos reconocer.
Pasa también que hay una parte de nuestros animales que no es palpable para nuestra mente. Esta parte es la que podemos llamar su ser interno. Esta dimensión de los animales con los que compartes tu vida solo puede reconocerse, sentirse y vivirse desde un lugar de encuentro profundo con ellos. En un espacio en el que lo que entra en contacto con ellos es tu propio ser interno.
Y es en estos dos ámbitos en los que la comunicación intuitiva con animales se convierte en un recurso de incomparable valor. Porque te permite conocer la verdadera causa de un comportamiento circunstancial que no has logrado entender, ya que el mismo animal te la da, directamente y sin rodeos.
Y, como si fuera poco, te permite conocer esa parte de él o de ella que tu mente no tan su esencia más pura. Su ser interno; esa parte del animal que nada tiene que ver ni con su personalidad ni con sus comportamientos circunstanciales. Y esto se vive como si entraras una dimensión sutil tuya que se encuentra con la dimensión sutil del animal. Y es un encuentro que se parece a flotar en las nubes.
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ME DESPIDO
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